I – Madurar o crecer
Para empezar voy a escaparle a la definición que da el diccionario de la Real Academia Española, a la palabra “madurez” (Edad de la persona que ha alcanzado su plenitud vital y aún no ha llegado a la vejez), y haciendo una interpretación personal y analógica, construiré una definición propia de la palabra y sus derivados.
Partiendo desde la banalidad, utilizaré un elemento de la naturaleza para empezar a explicar la teoría de la madurez; para eso tomaré como ejemplo, una manzana. Este fruto es comúnmente utilizado a las horas de hablar de madurez, en cuanto se toma a la manzana verde, colgada de un árbol como ejemplo de una fruta no madura, y a la roja, caída al suelo o recogida, como el fruto maduro del manzano.
Ahora… ¿Qué semejanzas hay entre una manzana y el ser humano? Seguramente muy pocas, pero en este caso haré una analogía entre la maduración de ambos. La manzana roja, en su estado de maduración, demuestra que ha logrado su perfección, que ya no puede mejorar y en caso de lograr un paso mas, este sería el de la putrefacción; por lo tanto, la manzana al madurar, perece en su progreso y descansa en un estado de perfección, eterno o no; pero imposible de proseguir. El ser humano logra en la maduración, un estado de “plenitud vital”, tal cual dice el diccionario de la RAE, pero personalmente, entiendo dicha construcción lingüística como la culminación de la vida útil de una persona, como el haber completado la capacidad de innovar o quedarse sin nada mas para entregarle al mundo y a la humanidad; tal como un colectivo lleno, que no puede llevar nada mas dentro, hasta llegar a su terminal.
Por lo tanto, el ser humano maduro ¿es perfecto? En mi consideración, diría que todo lo contrario, pero utilizando las comillas, podríamos decir que si, el ser humano maduro, es “perfecto”, ya que llega a su grado máximo, aunque en lo personal, no lo considere el punto optimo al que puede llegar una persona.
¿Cuál es el punto óptimo al que podemos llegar? Difícilmente pueda contestarse esta pregunta, ya que teniendo la madurez descartada desde esta postura y partiendo desde la base de que, el hombre es perfectible bajo su propia voluntad; el límite sería infinito o indescifrable, debido a que cada persona, poseyendo su libre albedrío como facultad de decidir con conocimiento de causa, elige el camino a seguir y en algún momento de la vida, decide parar; ese es el limite de la perfectibilidad de las personas y en el caso de retomar el camino, el limite se extenderá, hasta que un día, el destino decida ponernos el freno, eternamente.
Cada persona elige hasta donde crecer y desde ahí empezaré a diferenciar dos palabras, las cuales parecen sinónimos, pero en mi opinión, demuestran dos formas distintas de vivir. Es así que desde ahora, las palabras “crecer” y “madurar” serán tratadas como antagónicas.
Vamos a partir desde el nacimiento de una persona, ésta empieza a dar sus primeros pasos sin uso del raciocinio y guiándose por intuición. Día a día esa intuición va disminuyendo a medida de que la razón va acrecentándose y la experiencia va siendo adquirida por el individuo.
Tomemos dos casos, de dos personas de características similares, en la conducta, en lo físico y el lo psíquico; entremos en la suposición de que a uno de los individuos le tocó una vida, sin sobresaltos, en la cual pudo dedicar su vida a formarse individualmente, sin ningún tipo de problema u obstáculo que le hiciese salirse de su ritmo de vida normal y natural; por otro lado, la otra persona tuvo una vida totalmente desgraciada, sinuosa, logrando que dicha persona no pueda dedicarse a su formación personal, y se haya dedicado simplemente a tratar de evadir estos problemas que sin habérselos ganado, le desfiguraron el destino.
Seguramente en el fin de ambos caminos encontremos a dos personas totalmente distintas, aún así sabiendo que desde el principio eran muy similares. La primera probablemente sea una persona mas tranquila, con menos interés en resolver problemas pero paralelamente con mucho pánico a caer en alguna situación compleja, ya que no tendría la sapiencia para resolverla; pero por otro lado, dicha persona tendría que tener una formación personal maximizada, debido a que todo el tiempo que tuvo en su vida, fue dedicado a hacer lo que tenía en su mente.
El segundo individuo, indefectiblemente, tendrá un carácter basado en el resentimiento, en el dolor, y en la supervivencia a muchas situaciones adversas, pero éstas personas, dedicadas al dolor, son las que frecuentemente tienen un vacío por no haber podido satisfacer las metas que desde un principio tenían o que pensaban lograr de no habérseles entrometido los problemas que terminaron derivándolos a un camino distinto al que deseaban. Contrarrestando ésta situación, estas personas tienen mayor facilidad en la resolución de problemas y no suelen tener miedos de asumir nuevos riesgos para su vida, ya que están acostumbradas a enfrentarse a la negativa de la vida.
Es muy probable, que a estos últimos se lo consideren especimenes de “personas maduras”; ahora teniendo en cuenta estas situaciones, podemos sacar una conclusión: Si ambas personas hubiesen elegido su camino, seguramente seguirían el de las facilidades y la escasez de problemas y vayamos al caso de que el mundo sea perfecto y no habrían defectos humanos, sociales y naturales; ¿todos seríamos “Inmaduros”? ¿Quién elegiría involucrarse en situaciones dificultosas, por el solo hecho de estar preparados para el caso de un posible problema futuro? ¿Quién sería tan masoquista de elegir el sufrimiento, por el solo hecho de perderle el miedo a lo que vendrá, o por solo saber más que los demás?
Yo supongo que serían muy pocas las personas que en un mundo sin problemas, inventara sus propios problemas. Por lo tanto, principalmente la madurez no es una elección de vida, sino es un conjunto de situaciones, vivencias y experiencias en las que una persona se encuentra atrapado en algún momento de su vida, quedando en su propia decisión, querer salir o no de dicha desdicha.
Teniendo como base esta comparación, podemos notar que en principio, la madurez no es opcional, y a su vez, el crecimiento, cae en la misma suerte que la madurez, ya que una persona a la que le toca madurar, se le hace muy difícil el crecimiento interno.
Nadie puede elegir su futuro y probablemente todos caigamos en desgracias que nos lleven a madurar, pero en un punto de la vida, el hombre decide entre madurar o crecer, y esta disyuntiva esta dada en base a que ambas son maneras de sumar experiencia a su vida; pero desde distintas posturas, visiones, y bases; por lo tanto, ésta disyuntiva define la dirección del destino que quiera tener una persona.
La maduración la podría graficar como la visión pesimista del crecimiento, ya que teniendo en cuenta el ejemplo comparativo anteriormente dado; elegir una forma de vida en base a la resignación o negación de ciertas conductas por el solo hecho de evitar problemas, lleva a la persona a reprimirse a si misma.
Por otra parte, el crecimiento está basado en la suma de experiencia personal, sin reprimir ninguna conducta o pensamiento que pueda recaer en alguna situación no deseada. Obviamente ésta postura es mucho mas difícil de adoptar, ya que requiere de una lucha constante contra la corriente negadora de voluntades individuales, comúnmente llamada “sociedad”.
Siempre siguiendo la línea de que nos encontramos en el plano de la voluntad y la propia elección de su destino; ya que sin encontrarnos bajo dicha esfera podemos caer una y mil veces en situaciones no generadas por nosotros mismos, que la vida nos quiera cruzar en el camino y tengamos que resolver indefectiblemente, sin otra opción que la de madurar por acción de la naturaleza; podemos decir que “madurar” es la consecuencia del conocimiento de lo perverso e infame de la sociedad y a medida que va pasando el tiempo, caer en la resignación de la adaptación obligada para la supervivencia.
La otra cara de la moneda muestra un punto de no resignación, de negación a lo mas dañino del mundo y sus habitantes, en donde la puja es constante entre el propio ser, y el “ser que no deja ser”, quien encuadrado en la vil sociedad en la que vivimos, trata de pervertir a cada persona para que el crecimiento personal se vea detenido, logrando así una nivelación hacia la mediocridad, indirectamente provocada y lamentablemente casi siempre lograda en gran número.
Quizá parezca un pensamiento egoísta, pero negaré a la madurez desde el punto en que ésta se da cuando una persona deja de preocuparse por si misma, por el hecho de tener que preocuparse por los demás. Pero ¿qué tiene de malo pensar en los demás? Absolutamente nada, de lo contrario, es muy sano poder dedicarnos a la ayuda del ajeno; pero lo que estoy tratando de explicar en este párrafo es contrario a este punto que podría marcarse como “benefactor” del ser humano; la madurez lleva a la persona a depender de los demás, a perder la identidad, por el hecho de formar parte de un todo, a adaptarse formas de vida que en lo mas profundo, uno reniega, pero “debe” hacer para ser parte activa de la sociedad. Ahora, pensándolo desde la otra posición; una persona puede crecer naturalmente y fortalecer su ser, llegando al punto de encontrar la felicidad en ayudar a los demás y así y todo no caer en la madurez, en la adaptación, en la negación de la propia identidad. Es ahí donde está la explicación de porque no considero egoísta la decisión de crecer y no madurar.